¿Unicornios o Pegasos?
Todos conocemos al fabuloso y mitológico unicornio, esa criatura que se representa normalmente como un caballo blanco con un cuerno en la frente. Magnífica, esbelta, ágil, disruptiva, que sorprende a quién lo observa, pero inexistente. Los unicornios, no existen.
Tal vez por eso, en los ecosistemas de emprendeduría, se habla de los unicornios para definir a aquellas compañías, normalmente tecnológicas y de creación relativamente reciente que, en alguna de las fases de levantamiento de capital, son valoradas en, al menos, mil millones de dólares americanos. Debo suponer que en su momento fueron calificadas como unicornios porque eran tan escasas que rozaban el mundo de la fantasía.
Sin embargo, en el mundo de la tecnología cada vez observamos más unicornios. Empresas nacidas al amparo de la eclosión de internet y de las redes sociales, fundadas habitualmente por dos o tres personas que se conocieron en el trabajo, en la universidad o en la escuela, que supieron subirse al carro de la tecnología con estrategias diferentes para llevar nuevas experiencias directamente al consumidor; la inmensa mayoría son B2C. Nombres como Dropbox, Twitter, Airbnb o Uber, están en la mente de todos.
Ojalá nuestro país pudiera generar más unicornios en el campo tecnológico. Algunos hay, nombres como Wallbox, Glovo o Idealista, son una prueba, y seguro que se puede hacer más.
Sin embargo, lo que en realidad me pregunto es, por qué no hacemos un esfuerzo más creativo, por qué no aprovechamos actividades y sectores en los que ya somos punteros para generar nuevos unicornios, a los que, dado que no necesariamente venderán productos tecnológicos, con su permiso y para diferenciarlos de los anteriores, les llamaré pegasos, ese otro animal mitológico, el elegante y estilizado caballo alado que mueve las patas en el aire, como si estuviera tocando con ellas en el suelo mientras su galope es en realidad un vuelo majestuoso.
En nuestro país tenemos una enorme tradición artesana. Grandes artesanos por toda la geografía nacional, que trabajan desde la cerámica, los instrumentos musicales o las esculturas de madera, son reconocidos por visitantes nacionales o extranjeros como depositarios de una gran tradición y creadores de productos de gran calidad. Pero pocos son, los podríamos contar con los dedos de una mano, los que han convertido sus pequeños talleres en pegasos, en empresas de mayor dimensión, internacionalizadas y respetadas, que hacen de la artesanía nacional una marca de alcance mundial.
Si es usted el propietario de un pequeño taller de artesanía seguro que cree que me estoy volviendo loco y que esa transformación es imposible e, incluso, innecesaria. Sin embargo, me va a permitir que le contradiga y que convierta sus objeciones en oportunidades.
Me dirá que los principios y la ética de los sectores artesanales, están muy alejados de la práctica de la gran empresa. Y debo contestarle que, cada día más, existen empresas de tamaño, por ejemplo, las empresas con el sello BCorp, que están abrazando los principios éticos como elementos centrales de su actuación. No hay nada que impida que el crecimiento de su negocio no vaya acompañado de la continuidad de una tradición y de unos sólidos principios. No hay nada que impida que podamos dotar de dimensión y de internacionalización al trabajo concienzudo del artesano. Nada.
Tal vez argumente que el mundo de la artesanía es solo para los artesanos, pero debo recordarle que necesita confiar en las personas, seleccionar adecuadamente a su gente, imbuirles de su ambición y de su proyecto, y dotándose de equipos interdisciplinares, con un proyecto claro e ilusionante, con artesanos y con otros expertos en diferentes ámbitos de la gestión empresarial, juntos serán capaces de llevar la empresa a su cénit.
Es posible que me diga que, hoy en día, sin una buena plataforma tecnológica, sin logística o sin inversores, es imposible el crecimiento y, no seré yo quien le lleve la contraria, pero permítame que vuelva al punto anterior y le recuerde que, si se rodea de las personas adecuadas y diseña un proyecto ilusionante, la tecnología y la logística serán sus lanzaderas y los inversores llegarán, tarde o temprano.
Por último, tal vez piense que su marca no puede prostituirse en un proyecto de mayor dimensión, pero una vez más le he de contradecir. Su marca y su prestigio han de ser precisamente el ancla en el que se base su éxito y el proyecto para transformar a su empresa en el próximo pegaso. Una marca es siempre más perdurable que una maquila, sobre todo si la marca tiene prestigio acompañado de dimensión. Recuerde que, quien maquila, está contribuyendo básicamente al despegar de la marca y del éxito de un tercero, desaprovechando una oportunidad mayúscula de crear prestigio y riqueza en su país y corriendo un grave riesgo porque, como bien sabe, todo maquilador es prescindible.
No le digo que sea tarea fácil, le digo que es posible, con visión, con esfuerzo y rodeándose de las personas adecuadas. ¿No le gustaría convertir a su empresa en un próximo pegaso y, galopar por el cielo, aunque con los pies en la tierra?
Marcos Eguiguren
Socio de Singular.net