La innovación social y las “zonas vaciadas”
Las zonas rurales no consiguen revertir su progresiva descapitalización frente a las ciudades. En España y en cualquier otro país que queramos observar. A pesar de las ventajas que tiene pasar una pandemia como la COVID en un entorno natural y disperso, la tendencia hacia las mega urbes es una realidad difícil de modificar. Un éxodo hacia las grandes ciudades que deja al medio rural sin los recursos necesarios para asegurar su supervivencia económica y social. A menos que hagamos algo. Y pronto.
En este sentido, las demandas de estas “zonas vaciadas” se han convertido en asunto prioritario en la agenda política y social actual. Una relevancia fundamentada en la importancia social, económica y medioambiental que constituyen estos territorios que no dejan de perder población. Una despoblación que es un problema que nos concierne a todos y que desde el Congreso Internacional de Innovación Social V Centenario Magallanes Elcano queremos señalar como prioritario. Nunca es tarde para actuar y contribuir a revertirlo.
Por otra parte, también es una realidad la digitalización de una economía que ha disparado el consumo de aplicaciones y servicios tecnológicos. Para su diseño, creación y mantenimiento, las empresas necesitan profesionales especializados que realicen esos trabajos. Pero la escasez actual de estos perfiles presiona al alza sus sueldos y hace difícil captar y retener a los mejores. En consecuencia, las empresas que prestan este tipo de servicios se enfrentan a un creciente problema de escasez y retención de talento tecnológico.
¿Existe una oportunidad para solucionar, aunque sea parcialmente, ambos problemas?
A mi juicio, si que existe. Debemos fomentar la localización del talento tecnológico en estas zonas y así ayudar a su repoblación y desarrollo.Sabemos que la tecnología permite trabajar “en remoto” o, como se dice en la industria, “trabajar en distribuido”. Y con ello podemos fomentar la innovación social en muchos lugares donde hasta la fecha no era posible.
Los problemas de la despoblación del medio rural.
Algunas de las causas de la alarmante despoblación están vinculadas a la disrupción tecnológica o a la concentración urbana. De hecho, no disponer de acceso a la banda ancha te deja fuera de la economía digital. Y el desplazamiento de la población hacia las grandes ciudades también se lleva la oferta de trabajo. Unos fenómenos que también generan problemas para vivir en ciudades como Madrid o Barcelona, especialmente para las familias. Así, el mayor coste de la vida y el elevado tiempo que requiere desplazarse dentro de esas ciudades empieza a pesar negativamente respecto a vivir en zonas con una mayor calidad de vida.
No obstante, sin trabajo nadie se plantea volver a las “zonas vaciadas”. Por ese motivo, todos los esfuerzos que realizan las instituciones y organismos públicos se concentran en atraer empresas a sus territorios. Generalmente premiando la inversión en “presencia física”, de oficinas y fábricas, que puedan “acoger” a futuros trabajadores (el talento). La idea es atraer primero a las empresas y posteriormente al talento.
Pero la realidad actual es una escasez de oportunidades laborales de calidad y una ausencia de oferta educativa relacionada con la Economía Digital que obliga a sus jóvenes a marcharse.
La escasez de talento tecnológico.
Existen determinados perfiles, como desarrolladores de software, científicos de datos, diseñadores UX o especialistas de ciberseguridad donde la falta de talento sigue aumentando. Tanto en España como en Europa o Estados Unidos. Una situación que ha provocado la aparición de muchas “escuelas tecnológicas” (Tech Schools) especializadas en formar a este tipo de profesional. Lo hacen ofreciendo programas de entre 3 y 6 meses basados en la metodología “aprender haciendo” (Learning by Doing). Están teniendo mucho éxito con profesionales sin base tecnológica, que optan por desarrollar una segunda carrera profesional en la economía digital.
Al mismo tiempo, la escasez de talento tecnológico ha intensificado la competencia nacional e internacional por esos perfiles, lo que está permitiendo a esos profesionales imponer sus condiciones a la hora decidir dónde y cómo trabajar. Porque la tecnología y las metodologías colaborativas facilitan el trabajo “en remoto o distribuido”, haciendo que estos profesionales puedan optar por residir fuera de las grandes ciudades. A diferencia de lo que ofrecen las “factorías de software” (Software Factories), estos profesionales exigen mantener contacto directo con el cliente final y el resto del equipo.
La oportunidad para el desarrollo del talento tecnológico como motor de la innovación social
Muchas zonas rurales de Andalucía, España o Iberoamérica lo tienen todo para atraer a ese talento tecnológico que puede decidir dónde quiere vivir. Y a la mitad del coste de vida que ciudades como Madrid o Barcelona. Disponen de colegios públicos, una oferta básica de sanidad pública y mucho patrimonio natural y cultural por explotar.
Si estas zonas rurales lograran atraer a un primer grupo de profesionales tecnológicos experimentados, el desarrollo de nuevo talento digital que permanezca localmente será una de sus primeras consecuencias. Porque estos profesionales podrán liderar la creación de una comunidad tecnológica local que atraiga la atención de las grandes empresas de servicios tecnológicos. Y, en paralelo, nutrirán las iniciativas de innovación social de los emprendedores locales.
El huevo o la gallina. Las empresas o el talento.
¿Quién tiene que dar el primer paso? Las empresas no se van a decidir a facilitar y fomentar la localización de sus recursos en estas “zonas vaciadas” si no perciben que el acceso futuro a nuevo talento digital será posible. Por otro lado, los profesionales digitales que estén interesados en retornar o establecerse en estas zonas no lo harán si esas empresas no muestran interés en desarrollar el ecosistema digital local. En fin, ¿quién lidera este círculo virtuoso?
Objetivamente, los organismos e instituciones públicas intentan facilitar este movimiento estableciendo las condiciones y prestando las ayudas necesarias a empresas, profesionales y familias. Pero lograrlo requiere de un enfoque más particular. Debería ser una iniciativa multidisciplinar enfocada en generar una base creciente de talento digital especializado en trabajar de forma distribuida (en remoto) desde zonas rurales y que actuará como reclamo de oportunidades laborales de calidad desde cualquier parte del mundo.
En la práctica, los proyectos de innovación social pueden aglutinar los recursos e intereses de ambas partes. Por lo que desde el Congreso animamos a las empresas, a los organismos públicos y a l@s emprendedor@s sociales a trabajar en esa dirección.
Rafael Ramiro
Inversor semilla en IESEBAN y profesor en Icade Business School.